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VUELO A MOTOR


Descubrí tus ojos empedrados en el momento de despertar

de un sueño...,

del más preciado para el hombre: El sueño de La Libertad.

Habiba,

tus ásperas manos acariciaron sus rostros,

abrazaron sus cuerpos.

Tal vez, por última vez, absorbió tu alma

el aroma de los recuerdos.

Una bolsa del color del océano

recogió todo lo que necesitarías:

La camisa blanca con la que cantabas en el coro,

el echarpe que Aminata tejió para ti

aquellas largas tardes de la primavera,

la flor tallada en un trozo

de rama de baobab que

Omar puso en tu pelo el día

que por primera vez te besó,

el inseparable colgante de iris

de tu madre que llevarías como amuleto.

Un poco de tu ropa más nueva

y, entre ella,

ese espejo en el que tantas veces

contemplaste tu rostro mientras

tu cuerpo se transformaba lentamente,

sin apenas darte cuenta,

metamorfoseándose cual mariposa africana

danzando entre las flores

al son del tambor.

Ese pequeño espejo

grabado en su reverso con

tu nombre y en su reflejo...

tu sonrisa y la de él,

vuestras mirada de amor eterno,

tus lágrimas de desamor

el día en que te dejó de querer.

Habiba,

tu nombre es Libertad,

tu sueño es el mío.

Escapaste cruzando fronteras,

encontrando lo que

estaba perdido.

Tu única compañía la noche,

cuando escapabas con miedo

al compás de aquéllos

que bebían tus mismos vientos.

Llegaste a mi vida

aquella tarde del mes de octubre

cuando yo no hacía más

que intentar llenar mi tiempo.

Acerqué tu fotografía hacia mi alma,

aquella que mostraba la imagen

de tu alegre rostro al conseguir, por fin,

tu sueño. Y…

Me alegré y lloré por ti, Habiba,

por tu lucha,

por ese impetuoso deseo

de mejorar tu vida, a pesar de

tener que pagar el alto precio de abandonar

la única riqueza que poseías, al no caber en tu equipaje:

Aquellos que dejaste tan, tan lejos.

Eso sí, siempre pensando en volver a verlos,

en volver a abrazarlos con tus manos, menos ásperas ya,

y besarlos hasta enloquecer,

con tus labios perfectamente definidos,

puramente bellos entre la brillante

piel de ébano que personaliza tu femenino rostro. Y compartir,

con aquellos que tanto amas,

la batalla ganada al destino que,

tú o quién sabe quién o qué, un día cambió tu vida.

Vive, Habiba. Sé feliz aquí, allá, adonde quiera que vayas.

No olvides nunca encontrar un momento para ti,

para sacar tu espejo grabado a fuego con tu nombre: “HABIBA”

y verte en él reflejada tal como eres.

Recuerda, a través suyo, tus orígenes y

nunca, nunca olvides que para ser feliz

¡Sólo tienes que intentarlo!

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