SIN INSTRUCCIONES PARA DEJAR DE SANGRAR, O NO SANGRAR DEMASIADO
- TINA MARTÍN MORA
- 1 may 2017
- 2 Min. de lectura

Todo a nuestro alrededor es sangre.
Recuerdo el día en que nací. Sí, es cierto que mi memoria alcanza hasta ese extremo. Recuerdo cómo la sangre brotaba desde el interior de mi madre en el momento en que abrí los ojos y vi la habitación azul. Fue entonces, cuando empecé a comprender que la vida es sangre, rojo amanecer e intenso fuego.
Tiendes a mirar en la lejanía y, apenas unas cuántas gotas de lluvia se detienen sobre la mancha que cercó el suelo, evitando así la desaparición inmediata de aquello que ocurrió, en aquel momento. Porque la sangre ha de dejar rastro, si no… ¿dónde hallamos su recuerdo?
Te despiertas de tus cinco minutos de siesta, que ya se han convertido en casi veinticinco, sobresaltada por el sonido que produce la olla a presión. Inútilmente, comprendes cómo se puede echar a perder, en un descuido, aquello en lo que invertiste un espacio de tu tiempo, y lo comparas con la propia vida.
El olvido dibuja rostros que sangran, de aquellos que desaparecen tras pronunciar su nombre. Mientras tanto recoges, con manos húmedas y frías, tu pelo suelto e intentas despejarte de tu sobresaltado despertar, con un leve bostezo.
Respiras, acompasando tu lento caminar a tus vagos pensamientos, hacia los que atraes esos nombres propios que conoces y desconoces, que sangran por cada poro de su piel, producido por la soledad, la tristeza, la pobreza o, la peor herida cuya profunda hendidura les desangra: La mentira. Y no sabes cómo detener ese chorro que desde la yugular emana los efluvios de un cuerpo sin sentimiento, enfermo de risas irónicas que hacen desangrar el alma.
Sabes detener a tiempo la olla a presión, si no lo haces, explota. Mas no encuentras por ninguna parte ese libro de instrucciones de la vida, que llevas buscando tanto tiempo, y te vuelves loca y te quedas sola entre las mentiras de la gente y la tuya propia, mientras la misma vida ¡ EXPLOTA !